POLITICA
29/09/2025
Trump entre crisis y diplomacia
Por Emma Garcia
Washington vive este lunes una jornada cargada de tensión política. El expresidente y actual candidato presidencial Donald Trump encabeza una serie de reuniones cruciales en el Congreso de Estados Unidos para evitar el temido “shutdown”, el cierre parcial del gobierno federal por falta de acuerdo presupuestario. A esto se suma un encuentro programado con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la Casa Blanca, en medio de fuertes presiones internacionales respecto a la situación en Gaza.
Trump, quien sigue liderando las encuestas del Partido Republicano de cara a las elecciones presidenciales de 2026, busca ejercer su influencia sobre los legisladores republicanos más radicalizados, muchos de los cuales se niegan a aprobar una extensión del presupuesto federal si no se incluyen recortes drásticos en políticas sociales y migratorias. El plazo para evitar el cierre vence esta semana, y de no lograrse un acuerdo, cientos de miles de empleados públicos quedarían sin sueldo y varias agencias federales cerrarían sus puertas.
El expresidente intenta presentarse como un líder capaz de negociar con todas las facciones de su partido, en un clima de creciente polarización. Sin embargo, su retorno a la primera línea política también ha reactivado divisiones dentro del Partido Republicano, donde un sector más moderado teme las consecuencias políticas y económicas de un nuevo shutdown.
En paralelo, Trump mantendrá una reunión privada con Benjamin Netanyahu, con quien mantiene una relación personal estrecha desde su primer mandato. El encuentro, confirmado por ambas oficinas, se produce en un momento particularmente delicado: Israel continúa su operación militar en la Franja de Gaza, mientras aumentan las críticas internacionales por la crisis humanitaria y el alto número de víctimas civiles.
Aunque Trump ya no ocupa el cargo de presidente, su agenda internacional continúa generando impacto. El encuentro con Netanyahu ha sido interpretado por analistas como una señal de respaldo a la política israelí y como una forma de reforzar su imagen de estadista en campaña. También podría ser leído como una forma de presión indirecta a la administración de Joe Biden, que ha mantenido una postura ambigua frente al accionar de Israel en los territorios ocupados.
La coincidencia de ambos eventos—la amenaza de parálisis estatal y un encuentro diplomático de alto nivel—expone la complejidad del escenario político actual en Estados Unidos, donde las fronteras entre gestión, campaña electoral y política exterior parecen cada vez más difusas.
Trump, quien sigue liderando las encuestas del Partido Republicano de cara a las elecciones presidenciales de 2026, busca ejercer su influencia sobre los legisladores republicanos más radicalizados, muchos de los cuales se niegan a aprobar una extensión del presupuesto federal si no se incluyen recortes drásticos en políticas sociales y migratorias. El plazo para evitar el cierre vence esta semana, y de no lograrse un acuerdo, cientos de miles de empleados públicos quedarían sin sueldo y varias agencias federales cerrarían sus puertas.
El expresidente intenta presentarse como un líder capaz de negociar con todas las facciones de su partido, en un clima de creciente polarización. Sin embargo, su retorno a la primera línea política también ha reactivado divisiones dentro del Partido Republicano, donde un sector más moderado teme las consecuencias políticas y económicas de un nuevo shutdown.
En paralelo, Trump mantendrá una reunión privada con Benjamin Netanyahu, con quien mantiene una relación personal estrecha desde su primer mandato. El encuentro, confirmado por ambas oficinas, se produce en un momento particularmente delicado: Israel continúa su operación militar en la Franja de Gaza, mientras aumentan las críticas internacionales por la crisis humanitaria y el alto número de víctimas civiles.
Aunque Trump ya no ocupa el cargo de presidente, su agenda internacional continúa generando impacto. El encuentro con Netanyahu ha sido interpretado por analistas como una señal de respaldo a la política israelí y como una forma de reforzar su imagen de estadista en campaña. También podría ser leído como una forma de presión indirecta a la administración de Joe Biden, que ha mantenido una postura ambigua frente al accionar de Israel en los territorios ocupados.
La coincidencia de ambos eventos—la amenaza de parálisis estatal y un encuentro diplomático de alto nivel—expone la complejidad del escenario político actual en Estados Unidos, donde las fronteras entre gestión, campaña electoral y política exterior parecen cada vez más difusas.
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